Sin ser pretenciosos. Ciudades como Roma, París y Praga, que encabezan la lista de las más bellas del mundo, bien podrían tener algo que envidiarle a Caracas. No es una torre Eiffel ni un Coliseo. Es una montaña viva y majestuosa que, sin importar en qué punto de la ciudad estemos, siempre nos deja saber cuál es el Norte.
Hijo de ingeniero, Migel Prypchan desde niño veía a su papá trabajar “él calculó varias de las esculturas de Jesús Soto, el Cientismo era una corriente súper innovadora para la época, yo no lo entendía completamente pero me llamaba mucho la atención”. Sin embargo, la vida pareció llevarle por otro camino. Se graduó de abogado en la UCV, estudió Comunicación Social y Filosofía. Y más tarde montó su propia agencia de publicidad Propela Creativa.
Pero la llamada Sierra del Norte finalmente le animó a exteriorizar su lado artístico a través de la escultura “siempre he querido vivir en un lugar con vista a El Ávila. Mi casa tiene una vista increíble, pero no es El Ávila. Entonces comencé a buscar cosas que lo representaran”. Y en la búsqueda notó que no existía una obra donde “la luz y la abstracción fueran protagonistas”. Así que empezó a hacer volúmenes en papel, luego en plástico, los fotografió y los llevó a digital “cuando logré la escala que quería hice los cortes en láminas de metal y después busqué el color. Aplico varias capas, tonos y partículas para lograr que, según la incidencia de la luz y el ángulo donde se vea, la escultura tenga una perspectiva y un color diferente”.
Aunque la idea inicial era sólo hacer una obra para su casa, vino la segunda a petición de un amigo y así también la tercera, la cuarta…Todas piezas únicas. Actualmente Prychan (maguel1@hotmail.com) prepara su primera exposición en la que además de mostrar un resultado artístico, rendirá tributo a lo que llama “la fuente de energía de Caracas”.
Rocío Higuera
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